Microrrelato inspirado en el recuerdo...
El
verano se marchaba dejando que la humedad del otoño cayera sobre la plaza, con
la atmósfera y la rutina de siempre; pues allí se juntaban los mismos que de
costumbre; y él, casi nunca faltaba.
Era
como un ser flotante e inseguro en medio de aquella plaza; pues cuando el
cerebro se desplaza más allá del tiempo y del espacio, la mente se oscurece. Ya
no tenía ideas propias ni casi recuerdos. Aquel señor de semblante dulce, era
mi abuelo; pero pensé que podía ser otro cualquiera.
Y
observé su mundo adentrándome en él, para descubrir que todo es posible si
existe voluntad y amor. Que hay olas grandes que nos alcanzan e invaden, pero
que luego pasan y se vuelven parte del mar, otra vez en calma. Y ese mar era
bonito.
Me
acerqué a él seducida por su esencia, y sonreí.
Quizás, fue para siempre.