miércoles, 24 de octubre de 2018

Duele mirar atrás...


La luz de la luna se adentra por la claraboya. Parece distraerse entre la penumbra de la estancia donde me encuentro como invitada por cortesía de la vida; formando parte de sus recuerdos, aquellos que conservo en media vida ya vivida; pues mi memoria se va desvaneciendo como la arcilla bajo la lluvia.
¡Sacadme de aquí y llevadme a soñar!
El pasado me sorprende tocando con su flecha dorada, que me atraviesa y deja huecos sin reparar…
Cuando de niña jugaba con mi lechera de zinc por el camino de tierra; tan feliz por ver de nuevo las vacas de la señora Carmela, con sus manchas oscuras y sus toscos cencerros imitando collares.
Cuando saltaba sobre las piedras y olía el campo con sus amapolas rojas sin ninguna prisa.
Solo viendo el tiempo pasar entre las espigas…

martes, 16 de octubre de 2018

Y el mar... voló

Con este microrrelato he quedado 4º Finalista en el Concurso de “DE TESTIGO EL MAR”, convocado por Letras con Arte. Mi obra “Y el mar… voló” está en la página 29-30 del Libro Antología. 


Soplé bajo los troncos tortuosos de corteza fuerte y protectora que me daban sombra, con sus grandes hojas, coriáceas y de superficie cerosa. Tumbado, observaba el cielo límpido y azul. Empecé a pensar, quizás imaginé…; y las hojas en forma de roseta parecían acariciarme osciladas por la brisa del viento.

Quiero coger un lápiz y aprender a escribir para tener un futuro en el que existir. Necesito saber leer para entender el mundo y poder compartir. Deseo encontrar la paz y alejar el sufrimiento que me ha tocado de lleno; subsistir para poder vivir…
Porque he perdido, la brújula de mi vida ha dejado de apuntar al norte con su aguja de esperanza…

El mar me susurra en el ocaso. Ahora está en calma, nostálgico en sus olas vencidas de sal. Esparció sus algas y voló, dejando su furia tras el eco de mi cansada voz.
Y me habla bajito, silente, relatando sus grandes y pequeñas historias…
De aquel navío que desplegó sus velas en busca del horizonte, sin rumbo. Buscando una vida mejor en un trocito de aire, dando un paso por delante, superando naufragios y severas tormentas. Y me cuenta más…
En la noche, se escucha un canto…
Es el del mar que me canturrea sus nanas para acunarme en su paz. Ha dejado de arrastrarme, de vapulearme violento en su envoltura fría y salobre. De azotarme con sus erizadas puntas que me ahogaban sucumbiendo a su rabia, a sus embates de desamor.
Un día más, y el mar me consuela porque estoy solo; ni siquiera me llega la voz de mi lejana tierra, tan distante ya, tan quimérica y etérea. Se me borra su querencia entre las nubes que me miran lejanas, ajenas a mi desventura. Algodonosas surcan el cielo y se van de mí, perdiéndose entre el graznido de las gaviotas; como mi propia historia que se desvanece junto con mi identidad.
La brisa me escupe arena dorada enredada de algas. Parece mentira, pero ya pasó. Ya no hay miedo. Mi mar voló de nuevo bajo la mirada de blancas gaviotas… y me dijo adiós.
Respiro.
Suspiro.
Y el mar es testigo de que estoy vivo…