Relato seleccionado por el jurado para su publicación en la Antología "Musas de verano" de la editorial Letras con Arte.
Vivo de una sonrisa…
El
todoterreno parecía volar en medio del desierto. Mientras, el aire seco entraba
por la ventanilla dejando evidencia de su sofocante calor; haciendo que mi piel
resudara por todas partes. El ritmo lento de una canción africana se escapaba por
el aparato de radio y yo, imbuida de nostalgia, me dejaba seducir por el color
rojizo del horizonte. Y pensé en viajeros de todos los tiempos que, fascinados,
habrían sucumbido a todos esos encantos. Nada podía ser más auténtico.
Pasaron
horas, y después minutos que parecían precipitarse alocados en la arena, y en la
polvareda revuelta por entre las ruedas. Entonces, sentí la euforia del
reencuentro. Y miré, otra vez, aquel horizonte que se perfilaba de un tono
sutil y rosáceo.
Allá,
varias dunas simulaban esconderse y, unos cuantos bereberes, de turbantes
negros y mares de tierra, saludaban afables a nuestro paso. Continuamos en esa
aventura de descubrir una y más sensaciones a través de aquella feroz sabana,
tan áspera y salvaje; pero, a la vez, tan enigmática y sublime; en aquel viaje
amenizado por un grupo de avestruces que corrían asustadas, varios antílopes, y
unas cuantas gacelas blancas alimentándose con vainas de algunas acacias; y al
final del trayecto, solamente quedaba la calma de la espera. El todoterreno se
paró de repente y en seco. Los frenos se quejaron dejando su eco en la
profundidad del desierto. Una envolvente nube de polvo me rodeó impasible cegándome
la visión por completo. Entonces, como un pequeño prodigio, se quiso hacer
hueco la tímida claridad. Y en la realidad presente visualicé, entre las
palmeras, tu graciosa imagen.
Te
vi... triunfé, y corrí hacia ti.
Y el cielo se llenó de un rosáceo
infinito.
Un
abrazo y, luego, muchos más entretejidos; escapando desatados como los sueltos
cordones de mis zapatillas; jugueteando inquietos con tu pequeña sonrisa, sin
siquiera querer parar ni por un solo momento. Con mis dedos, revolvía tu pelo;
asegurándote que ninguna noche oscura te robaría tus sueños; y tus rizos se
entretenían sin prisa, enredados en mis manos. Y de repente, tu risa: espontánea
y libre; la que hizo que unas lágrimas provocadas manaran en el árido desierto.
Era un encuentro, el nuestro; el que busqué durante tiempo. Ahora, mi corazón
no cabía en mí…; por mi regreso a ti, porque ya te sentía dentro.
Y bajo el rosáceo infinito… te
quise para siempre.
Contrastes, naturaleza en estado salvaje y … “calma de la espera”, “tímida claridad”. Has sabido articular ideas muy diversas en un mismo escenario, para una bonita escena de amor. Y lo has hecho de tal manera que a una le entran ganas de seguir leyendo esta historia.
ResponderEliminarHola Melisa:
ResponderEliminarAgradezco tu comentario en el que has destacado algunas expresiones que hacen que el lector, se sumerja en escenas e imaginación.
Gracias por leerme.
Un abrazo.
Con gracia. Un marco original para el amor apasionado con sentido. A M es una musa versátil y encantadora. Felicidades. TV
ResponderEliminarCon gracia. Un original marco para un momento de amor apasionado con sentido. Felicidades¡
ResponderEliminarTV
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