La luz de la luna se adentra por la claraboya. Parece
distraerse entre la penumbra de la estancia donde me encuentro como invitada
por cortesía de la vida; formando parte de sus recuerdos, aquellos que conservo
en media vida ya vivida; pues mi memoria se va desvaneciendo como la arcilla
bajo la lluvia.
¡Sacadme de aquí y llevadme a soñar!
El pasado me sorprende tocando con su flecha dorada,
que me atraviesa y deja huecos sin reparar…
Cuando de niña jugaba
con mi lechera de zinc por el camino de tierra; tan feliz por ver de nuevo las
vacas de la señora Carmela, con sus manchas oscuras y sus toscos cencerros imitando
collares.
Cuando saltaba
sobre las piedras y olía el campo con sus amapolas rojas sin ninguna prisa.
Solo viendo el
tiempo pasar entre las espigas…
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