Max miró al cielo. Sostenía en su mano una de las antiguas fotos que esa mañana había revelado. Volvió a contemplar la imagen; era como si la realidad quedara plasmada en el papel, adquiriendo su olor a humedad…
2018,
La Mancha
Sobrevolé el humedal que se proyectaba saturado. Su riqueza natural me conmovía al pensar en disfrutar del descanso, en paz; pues yo, un pequeño carricerín cejudo, estaba amenazado y en peligro de extinción. Me sentía tan vulnerable… tan frágil, pero tan fuerte en mi hábitat natural que no paraba de batir mis alas.
Observé
al hombre que se secaba el sudor de su frente. Había trabajado tanto… Pensé en
sus esfuerzos por restaurar la acequia para el regadío. Todo un éxito, pues
llevaba años en desuso, oculta por la exuberante vegetación que había crecido
sin compasión alguna. El rastrojo acumulado lo retiró con un rebaño de ovejas
que pastaron durante casi un mes en el interior del humedal.
Había
creado el hábitat perfecto para que yo sobreviviera… Era agosto y aquel hombre
me había conquistado, había sucumbido anhelante a la ruta migratoria del otoño.
El
humedal de La Mancha esperaba ansioso… y el cielo también.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si te ha gustado alguno de mis relatos, puedes dejarme un comentario. Estaré encantada de leerlo.