Durante
un tiempo todo fue así, feliz y tranquilo. Recuerdo todo como si fuera hoy, tan
real, tan querido. Añorado durante noches en vela, vigilias de luna llena en un
lugar extranjero. A lo largo de los años, todo ha cambiado. Yo, me hice adulto
en un país distante. Mis padres murieron con el tiempo, con la prematura vejez.
Incluso la casa, no es la misma. Otra familia habita en ella. Otro candor
humedece por la noche sus balcones.

Hoy
hace calor. El sol se exhibe abombado, amarillo, dulce como la miel, es decir,
como siempre. Como yo lo recordaba.
He
vuelto a mi tierra. Aquí huele a mí... Pues pertenezco a este terruño que al
clarear, un día se abandonó en mi corazón. Porque mi niñez se vio truncada por
la partida a otro lugar, extraño para mí, como sin vida. Muchos nos fuimos en
aquel tiempo, en un adiós al viento, nos marchamos casi sin aliento.
Hoy
retorno con mi valija, nada más traigo. Reparo entonces, en la que antaño fue
mi casa. Aquí nací y entre pañales crecí, gateando por el piso de mi hogar.

Sin embargo, nunca olvidé a la gente que,
aunque por poco tiempo, me vio crecer. Jamás olvidé a mis padres que me
enseñaron a subsistir. De ningún modo olvidé mi casa en la que aprendí a vivir.
No olvidé mi tierra, en la que aprendí a ser, existir, trabajar y morir.